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El valor de la inclusión: La batalla de una vecina de Los Dolores por un entorno accesible

En el corazón del barrio de Los Dolores en Cartagena, una residente enfrenta la indiferencia de la administración frente a un clamor que debería ser imposible ignorar. Esta es la historia de una lucha no solo por el espacio en una calle, sino también por la dignidad y la empatía en una comunidad que parece haber olvidado a aquellos que más necesitan de su apoyo.

Una vecina de 46 años, cuya vida se ha visto marcada por los desafíos de una movilidad reducida, ha elevado su voz, buscando ser escuchada por aquellos en el poder. Su pedido es simple pero vital: un aparcamiento adecuado para discapacitados cerca de su casa y medidas que faciliten su día a día. Pero lo que ha recibido, en lugar de soluciones, es un mensaje recriminatorio, un eco de silencio que pesa más que el hormigón de las aceras que no puede transitar con su andador.

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Antes de la pandemia, inició sus peticiones, pero las respuestas han sido evasivas o inexistentes. Un técnico del Ayuntamiento confirmó la urgencia de las adaptaciones necesarias, y sin embargo, la Junta Vecinal no ha respondido con acciones.

El comunicado de la vecina resuena con un tono de decepción y súplica:

“Soy vecina de Los Dolores, 46 años. Me puse en contacto con la junta vecinal PP porque tengo una minusvalía de movilidad reducida de 15 puntos. Solicité una plaza de aparcamiento cerca de casa desde antes de la pandemia y no tuve respuesta. Por Facebook, me dijeron que se pondrían con mi caso. No hubo más comunicación. Fui al Ayuntamiento, y me informaron de que la junta no había actuado. Aun así, mandarían un técnico, quien confirmó que no había contacto con la junta. Vino varias veces y propuso soluciones… Comunico esto a la junta, pero solo recibo un audio recriminatorio por pedir ayuda. Mi calle, la Calle Almazara, es estrecha, el andador no cabe. Si es difícil para mí, imaginen tirar la basura. Sería bueno que pudiéramos expresarnos en los Plenos y que nuestros políticos escucharan más a los vecinos.”

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Su historia pone de manifiesto una verdad incómoda: en la vida urbana moderna, las necesidades de las personas con discapacidad a menudo se dejan de lado, relegadas al margen de agendas y promesas políticas. Esta mujer, como tantas otras personas en situaciones similares, no pide lujos, sino la posibilidad de vivir con la independencia y el respeto que todos merecen.

El barrio de Los Dolores, y por extensión, la ciudad de Cartagena, se encuentra en una encrucijada de conciencia. ¿Seguirá siendo un lugar donde las necesidades básicas de accesibilidad sean una lucha constante para los discapacitados, o escucharán este llamado a la acción y harán de la inclusión una realidad palpable?

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Los vecinos esperan y observan, esperanzados de que la empatía y la justicia prevalezcan sobre la apatía y la inacción. La vecina de Los Dolores espera no solo por una plaza de aparcamiento, sino por el reconocimiento de que su comunidad se preocupa por cada uno de sus miembros, sin excepción.


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